Las estadísticas son escalofriantes…dos de tres niños, niñas y adolescentes (NNA) en Latinoamérica sufren abuso cada día…
Este dato, que puede parecer inverosímil, no nos puede dejar sin hacer nada para detener esta pavorosa realidad en la vida de cada pequeño que es vulnerado y transgredido en su cuerpecito, mente, psique y alma, sin poder escarpar…Si nos pudiéramos poner en sus zapatitos quedaríamos muy heridos por el dolor y sufrimiento que ellos viven de una manera que pudiera asemejarse a una montaña rusa emocional ya que, por su edad, poco o nada comprenden de los que les pasó y por qué y mucho menos, qué hacer con ese dolor y sufrimiento.
Hay menores de edad que crecen con este secreto a cuestas y nunca lo revelan. En su etapa adulta pueden padecer una serie de situaciones, sentimientos y carencias que solo un trabajo que involucre cuerpo y mente, de manera integral, podrá poco a poco ir sanando estas heridas. Por supuesto, este trabajo es largo y entraña dolor, aflicción, tristeza, molestia, angustia y desolación, los cuales son necesarios para sanar esas heridas y poder tener la oportunidad de tener una vida plena y de llegar a ser, ellos mismos, personas que protejan de manera segura a otros niños.
Un niño, niña o adolescente vulnerado, se queda congelado al no comprender exactamente lo que le está sucediendo y, muchas veces, no entienden por qué mamá, papá o quien se supone lo debe cuidar y defender, sabiendo lo que les está ocurriendo, no lo hicieron y callan…
Demos un paso al frente y seamos de aquellas personas valientes y confiables en las que un NNA podría recurrir en busca de ayuda y protección y no quedar a la deriva jamás.
Rosario de Cabrera