Es que ¡para ser padres no se estudia!
Cuántas veces he escuchado esta frase de diferentes personas y en diferentes lugares y momentos.
Hasta hace algunos años no se tenía mucha ayuda y herramientas que facilitaran la ardua tarea de ser padres y, prácticamente, se educaba conforme el corazón lo dictaba.
¿Cómo algo tan importante, pareciera que estuvo en el olvido por tanto tiempo?
Si bien es cierto cada hijo y familia son únicos e irrepetibles, digo esto porque no todo lo que a nosotros nos ha funcionado debería funcionar a otra familia; sin embargo, ¡gracias a Dios! los tiempos han cambiado.
Estar conscientes que la educación de nuestros hijos no solo afectará al niño cuando sea adulto sino también a sus hijos y a los hijos de sus hijos; es decir, a su familia, su entorno y a la sociedad entera, nos compromete a profesionalizar nuestra paternidad. Esta no es tarea fácil porque nuestra cultura, heridas, concepciones, a veces muy arraigadas, pueden alejarnos de la educación que soñamos darles a nuestros hijos. Porque estoy segura de que cuando nos preguntan:
¿Cómo sueñas que tu hijo sea de adulto? Fácilmente nos viene a la mente una lista de cualidades maravillosas para esas personitas que nos han robado el corazón.
Hoy en día, podemos estar conscientes que ser padres es una vocación de vida que va mucho más allá de la posibilidad biológica de procrear o la responsabilidad de cubrir únicamente las necesidades económicas de una familia. Los padres tenemos el desafío de una paternidad mucho más integral, presente y positiva que de lo que en el pasado se tuviera idea. Podemos y debemos echar mano de tantas herramientas, resultados de estudios, ciencia y tecnología disponible para estimular, educar y formar a nuestros hijos.
Hace algún tiempo a finales del año pasado, mí esposo y yo, conocimos la posibilidad de una especialización en la que se nos prometía darnos herramientas para afrontar los desafíos que implican la paternidad.
Con un poco de escepticismo, con la idea y el chip de que yo podía ser madre tan solo con el ejemplo de mis papás, instinto materno y la guía del corazón, acepté, pensando que no habría mucho que pudiera aprender del tema.
Hoy después de casi 5 años de haber emprendido el viaje de la paternidad, acompañado de dichas herramientas, conocimientos y objetivos esenciales, regalo que formó parte del adorno navideño bajo el árbol de Navidad, la educación ha venido a dar un giro de 180° a mi persona. Lo único que cambiaría es no haberme interesado antes.
Ese regalo me ha permitido ver crecer a mis hijos llenos de seguridad, independencia, cordialidad, destrezas, alegría, cariño y tantas cosas más que nos llenan de entusiasmo para continuar aprendiendo, educándonos y esforzándonos para educar su voluntad y que ellos puedan ser felices en consecuencia del buen uso de su libertad, escogiendo hacer el bien para ellos mismos y los demás con “ojos de eternidad”, como expresa una amiga de quién aprendimos esta frase llena de tanto sentido.
En esta época quiero dejarte 4 regalos que les puedes dar a tus hijos:
- Aprende a educar mejor y no improvises.
- Trata a tu hijo no como es, sino como quieres que sea.
- Juega sin distracción por lo menos por 10 minutos todos los días con cada hijo.
- Céntrate más en las cosas positivas que haga que en las cosas negativas.
Bien dicen que los hijos te hacen crecer y ser mejor persona, yo digo: La paternidad es un camino de santidad para los padres y si nosotros vivimos la paternidad con ese sentido sin lugar a duda nuestros hijos serán impregnados del mismo deseo.